Nos vemos Papá… La despedida de un revolucionario

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Pasión por los Negocios

Por Demian Duarte

Como todos ustedes saben, mi padre —Rubén Duarte Rodríguez— dejó de existir el martes por la mañana, su larga enfermedad contra la que peleó 2 veces y una serie de complicaciones físicas fueron demasiado, y sufrió de un paro cardiorespiratorio agudo a las 9.45 de la mañana del 5 de marzo.No hubo mucho espacio ni tiempo para las despedidas, el avanzado estado de su enfermedad hacía al menos 10 días que lo habían privado de sostener una comunicación fluida, realmente las cosas eran a señas o ya por la intuición de lo que necesitaba, al final de su existencia mi papá, “el Lennon” como lo conocían sus amigos, perdió las energías y dejó que su luz se fuera apagando lentamente, duró con nosotros 67 años, 48 días y algunas horas de esa brumosa mañana, sin embargo creo que ese tiempo le bastó para escribir su propia historia, poner su rumbo y marcar su ritmo.El oficio de revolucionario no es algo que sea sencillo, de hecho es regularmente incomprendido, una persona despojada de ambiciones personales y de aspiraciones de las que nos pierden a casi todos, enfocado en el bienestar de los demás, en la lucha de clases y en la necesidad de lograr justicia para los más pobres, sobre todo para los proletarios.No fueron pocas las pláticas y debates sobre estos tópicos los que tuvimos, él era un convencido de que a México llegaría una nueva revolución por la vía armada, para cambiar la injusticia y la inequidad, medio en broma me decía que al triunfar la revolución se haría una apropiación de los medios de producción y se pondrían en manos de los trabajadores, que se acabaría con la burocracia, que solo entorpece esos procesos, que terminaría la corrupción y que no se permitiría a la burguesía, hasta ahora propietaria de esos medios de producción seguir en control de la riqueza, luego me decía que era medio en serio.Mi papá era radical al respecto, seguía las enseñanzas de Carlos Marx, y el librito de la ejecución de un proceso revolucionario dejados por León Trotsky, quizás a muchos les puedan resultar anacrónicos esos esquemas y quizás a otros más les asusten, sin embargo eran el reflejo de toda una vida observando la injusticia y luchando del lado de los más jodidos.Buena parte de su mentalidad se refleja en las ideas y postulados de Andrés Manuel López Obrador el líder de la Cuarta Transformación, otros muchos no, son parecidos en ideas —por ejemplo eso de primero los pobres, y acabar con la corrupción— pero distintos en métodos.Al final de cuentas tanto mi papá como López Obrador fueron parte de una misma generación, que creció y maduró entre las tradiciones del viejo México y el asomo del país a la modernidad.Mi papá siempre fue un hombre congruente, que no llegó a ver realmente en ejecución esta cuarta transformación que vivimos hoy en México, pero que siempre fue escéptico, me decía que el status quo no dejaría llegar a López Obrador por popular que fuera, que habría fraude. Se equivocó en esa predicción, sin embargo tras la derrota del sistema el 1 de julio, comenzó a alertar a quienes le quisieran escuchar de 2 peligros, el autoritarismo y la creación de una nueva clase que domine todos los aspectos de la vida, en un proceso revisionista de lo que terminó por ocurrir hace casi 100 años en la entonces idílica Unión Soviética, cuando la alta burocracia se apropio del poder y de los espacios y terminó por pervertir al régimen socialista.Para Rubén Duarte el peligro no era que López Obrador ganara la presidencia, el peligro es que lo dejen operar los cambios que ofreció y segundo que quienes le rodean no caigan en la tentación de orientar por un camino equivocado al nuevo régimen y terminen cometiendo los mismos errores que se dieron en otros países a lo largo de la historia al triunfo de sus respectivas revoluciones. Eso es materialismo histórico y aquí es válida esa sentencia de que aquellos pueblos que no aprenden de su historia están condenados a repetirla y aplica también al observar modelos y experiencias de otros países.Claro mi papá era un idealista en estas cosas (y muchas otras), como también era músico, poeta, periodista, filosofo, analista económico, teórico, ávido lector, hombre de debates, abuelo cariñoso y muchas otras facetas que le conocí en 46 años de relación.Recuerdo haber estado con él cuando era niño en tomas de la Universidad, en los gritos de ¡Fuera Castellanos! y en algunas anécdotas que contaban él y sus amigos, que sí los “micos” y ellos peleaban a muerte por los espacios públicos, que los “azules” de la preparatoria universitaria se habían formado para encabezar a una nueva clase gobernante que después se vio frustrada e incluso me acuerdo de haberle acompañado a pegar carteles y repartir volantes por el centro de Hermosillo cuando era un niño de 7 años, actividades a las que me fui descalzo en pleno verano hermosillense, por lo que ya sabrán mis lectores el tipo de mugre y quemadas que acumulé en las plantas de mis pies.También me acuerdo esas noches de pesadilla en 1978 cuando yo no quería que los burgueses mataran a mi papá… Era otra época, un momento histórico que se quedó ahí para siempre, pero que me ha marcado en mi edad adulta. Vivir y crecer con “El Lennon” fue una experiencia única, aleccionadora, que te prepara para lo que pueda venir y muchas cosas más, aunque claro ni yo, ni nadie de la familia y amigos, pensamos que hoy estaríamos celebrando su vida, y lamentando su muerte, escuchando a los Beatles y tarareando al otro Lennon, el de Liverpool con alguna de esas rolitas al tono de esa que dice “como si volviéramos a empezar…”La noche del día de su muerte, cientos de amigos, curiosos, amigos míos y de la familia acudieron a sus servicios funerales con la expectativa de despedir y celebrar a Rubén Duarte el hombre, el simple mortal imperfecto y con fallas que fue, sin embargo en pocas horas presenciamos como surgió ahora la referencia histórica, el personaje infaltable en las luchas y afanes de los hermosillenses y sonorenses de la segunda mitad del siglo pasado e inicios del presente.No puedo dejar de agradecer los gestos y enorme solidaridad y aprecio que me manifestaron la gobernadora Claudia Pavlovich, la alcaldesa Célida López, el delegado del gobierno federal Jorge Taddei, los diputados locales Magdalena Uribe y Juan Manuel Chaira, quienes de alguna manera se hicieron presentes y tantos y tantos amigos que se molestaron por estar ahí y no perderse un nuevo acontecimiento en la historia de Hermosillo.No todos los días muere un revolucionario, ni todos los días nos deja un ícono, sin embargo hasta las estrellas deben morir.Mi papá en efecto fue un hombre revolucionario, que me dejó en lo personal muchas enseñanzas, que dejó grandes lecciones a sus contemporáneos y que nunca de los nuncas abandonó sus convicciones, porque fue ante todo un hombre congruente.El 5 de marzo le dimos su último adiós y sin duda nos dejó grandes preguntas sin respuesta, para todos nosotros queda viva su memoria.Hasta siempre Papá…

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