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El actor y director falleció a los 89 años, dejando un legado inmenso en la industria cinematográfica.

El cine pierde hoy a uno de sus gigantes. Robert Redford, actor, director, productor y alma del cine independiente, falleció a los 89 años. Fue mucho más que un rostro perfecto, fue un artista completo, un hombre comprometido con su tiempo y una figura esencial del séptimo arte durante más de seis décadas.

Nacido el 18 de agosto de 1937 en Santa Mónica, California, como Charles Robert Redford Jr., supo desde joven que lo suyo no era el camino tradicional. Abandonó la universidad y se fue a Europa a pintar. A su regreso, estudió arte y actuación en Nueva York. Fue entonces cuando empezó a construir, paso a paso, una carrera que lo llevaría de las tablas de Broadway a los sets de Hollywood y más tarde a la silla de director y a la cima de la industria.

Redford comenzó su carrera televisiva en los años 50 y no tardó en destacar por su talento y presencia. En 1963 conquistó Broadway con Barefoot in the Park, y poco después dio el salto al cine. Su consagración llegó con Butch Cassidy and the Sundance Kid (1969), junto a Paul Newman, con quien formó una de las duplas más queridas del cine.

A partir de ahí, Redford fue sinónimo de clase, inteligencia y compromiso. The Candidate, The Way We Were, The Sting, Three Days of the Condor, All the President’s Men, Out of Africa… su filmografía es, en muchos sentidos, un retrato del cine estadounidense moderno.

En 1980 debutó como director con Ordinary People y ganó el Óscar. Demostró que su talento no conocía límites. Luego vendrían A River Runs Through It, Quiz Show y otras películas que confirmaron su sensibilidad detrás de cámara.

Pero quizás su mayor legado no esté solo en la pantalla, sino en lo que hizo por el cine independiente. En 1981 fundó el Sundance Institute, que cambió para siempre la forma en que se produce, distribuye y valora el cine fuera del sistema de estudios. Gracias al Festival de Sundance, del cual fue su vocero, cientos de cineastas encontraron su voz. Gracias a Redford, ese cine encontró una audiencia.

Con los años, su rostro se llenó de arrugas y carácter, pero nunca perdió la mirada luminosa. Actuó hasta avanzada edad, siempre con dignidad, eligiendo cuidadosamente sus proyectos. Nunca buscó la fama; buscó el arte. Y lo encontró.

Hoy Hollywood despide a uno de los suyos. Pero el cine no lo pierde sino que lo conserva en cada plano, en cada historia que ayudó a contar, en cada director que creyó en sí mismo porque Redford creyó primero. Robert Redford murió, pero el Sundance Kid será eterno.

Fuente: https://es.rollingstone.com/