Falta de empatía en la atención, procesos burocráticos confusos y el miedo a las represalias ocasionan que las mujeres agredidas prefieran callar

Con variaciones del #MeToo en distintas áreas de las industrias creativas mexicanas, cientos de mujeres tomaron Twitter para contar su verdad: los acosos, abusos y otros tipos de violencias sexuales y machistas de las que han sido víctimas. Algunas denuncian de manera pública, otras se protegen en el anonimato. Casi todas le ponen nombre y apellido a sus agresores.

El MeToo mexicano ha convertido a las redes sociales en una vitrina de escracheo para presuntos agresores sexuales. Una de las críticas frecuentes a este movimiento es la falta de denuncias penales contra los supuestos victimarios. ¿Por qué las denunciantes sí se atreven a exhibirlos públicamente, pero no acuden a las autoridades pertinentes para que sean castigados por la vía legal?

La reticencia de las mujeres mexicanas a denunciar legalmente las violencias de las que son víctimas no es algo nuevo. De acuerdo con datos de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (Endhire) 2016, realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el 66.1% de las mujeres mexicanas mayores de 15 años ha sido víctima de violenciaalguna vez en su vida. El 49% de las mujeres en ese segmento de edad ha recibido violencia emocional, mientras que el 41.3% ha experimentado violencia física. Nueve de cada diez mujeres violentadas en México no denuncia a su agresor por la vía legal.

“Las mujeres empezamos a romper el silencio en torno a todo lo que ha sucedido y que normalizamos durante muchos años”, explica en entrevista la abogada Yelitza Ruiz Rangel, directora de la consultoría legal Espiral y de la organización Mujeres y Revolución. “Hace dos o tres años esto hubiera sido impensable”.

De acuerdo con Ruiz Rangel, las mujeres mexicanas están acudiendo a las plataformas digitales porque esfuerzos anteriores como #MiPrimerAcoso y #RopaSucia han demostrado que este espacio virtual es un buen lugar para platicar en red sobre las violencias que atraviesan exclusivamente los cuerpos de las mujeres.

“Ahora tienen una red de mujeres en las que apoyarse y las condiciones ya son otras”, agrega Yelitza. “El #MeToo está sucediendo por una cosa muy sencilla: el sistema le falló completamente a las ciudadanas. Estas mujeres han tenido que recurrir a decir públicamente ‘pasó esto’ porque saben que legalmente no va a pasar absolutamente nada”.

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Un peregrinaje para conseguir justicia

A través de Espiral, Yelitza Ruiz Rangel se dedica a la asesoría legal con perspectiva de género. Tanto ella como sus compañeras están enfocadas en dar acompañamiento a las mujeres que deciden denunciar. Para ella hay razones obvias por las que una mujer violentada puede negarse a denunciar de manera legal.

“Las mujeres hacen un peregrinaje para acceder a la justicia en temas de derecho patrimonial, de derecho familiar, de derecho civil, fiscal. El que más resuena es en el ámbito de la violencia de género”, explica. “Cuando preguntan ‘¿por qué estas mujeres no denunciaron?’, les respondo que ni siquiera hay un tipo penal que perseguir. No puede equipararse el delito y además se exponen a una contrademanda porque al denunciar algo así están ocasionando un supuesto daño moral a sus agresores. ¿Cómo le vas a pedir a una mujer en estado de violencia que denuncie ante esa circunstancia?”.

De acuerdo con la Endhire 2016, la primera razón por la que las mujeres violentadas no denunciaron a sus agresores fue porque no sintieron una afectación permanente como resultado de la agresión. La segunda correspondió al miedo que les generaban las posibles consecuencias de esa denuncia, como amenazas o nuevas agresiones.

Sobre los datos de esta misma encuesta, Yelitza Ruiz destaca que del total de las mujeres violentadas en México, solamente 11.1% denuncian y 2% obtienen una respuesta positiva a partir de su denuncia. Es decir, dos de cada cien mujeres víctimas de violencia en México reciben justicia. “¿Dónde están las 98 restantes?”, pregunta la abogada. “Las mujeres no denuncian porque el sistema jurídico está inmerso en un discurso hegemónicamente masculino”.

Esto se refleja en la poca claridad en los protocolos, la falta de empatía de las autoridades, la manera en la que está tipificado el acoso, la dificultad para demostrarlo y en la constante revictimización de las denunciantes en cada instancia del trámite legal. “No es un proceso sencillo, no es que no quieran denunciar. Hay mucho miedo a la denuncia”, agrega.

Para levantar una denuncia de violencia sexual, intrafamiliar o contra la mujer hay que acudir a la fiscalía especializada correspondiente o a un Ministerio Público. No hay un tiempo estándar para este proceso: puede tardar un par de horas o puede tardar seis, tal vez hasta más. Una vez levantada la denuncia se le notifica al agresor, lo cual aumenta el riesgo de seguridad de la víctima, pues da espacio a que el denunciado tome represalias en su contra.

“En Taxco hubo un caso muy sonado de una compañera que fue asesinada por su expareja”, recuerda la directora de Espiral. “Denunció tres veces en el Ministerio Público y le dijeron que regresara a su casa, que no pasaba nada. La asesinó de forma brutal. Le falló toda la estructura en todos los sentidos. ¿Por qué tendrían estas mujeres que confiar en el estado, si les ha fallado toda la vida?».

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Convencer dos veces para acceder a la denuncia

“Quienes digan que quieren que todas estas denuncias de Twitter se hagan de manera formal, ante un Ministerio Público, nunca se han parado en uno de esos”, reflexiona la abogada. “Jamás han dado acompañamiento a una mujer en esa circunstancia, jamás han tenido que sostener a una mujer del brazo y decirle ‘no estás sola’”.

A nivel jurídico, las condiciones sociales y políticas para que una mujer decida denunciar son muy distintas de las que enfrenta un hombre. “Por las formas en que el delito está tipificado va a ser muy difícil que estas mujeres puedan probar lo que están diciendo, porque a nosotras nos cuesta el doble comprobar que decimos la verdad”, explica la abogada.

“Primero nos la tenemos que creer nosotras mismas y segundo tenemos que convencer al sistema”, agrega. “Hacen que la denunciante piense en todo lo de afuera (sus hijos, su familia, su patrimonio), menos en ella o en las razones que la llevan a denunciar. Tienes que convencer dos veces para tener mínimo acceso a la denuncia”.

Esto desanima a las posibles denunciantes, pues de entrada les dice que ni los asesores jurídicos responsables de su caso van a creer en ellas. “Es un desgaste emocional, económico, patrimonial e incluso las expone al escarnio público, porque no las bajan de querer llamar la atención”, afirma Ruiz Rangel.

‘Mi denuncia no llegó a nada’

El largo camino rumbo a la justicia parece más una carretera sinuosa hacia la decepción. Así fue para Tatiana, quien decidió denunciar penalmente a su agresor después de una década de acoso sexual y laboral.

“Un día me colmó el plato y hablé públicamente de lo que pasaba por primera vez”, cuenta en entrevista. Los últimos mensajes de su acosador habían llegado vía Twitter, de modo que los recopiló y los fijó en su propio perfil. “La gente empezó a reaccionar y por primera vez dije ‘Este tipo me está acosando desde hace 10 años’”.

A la par quiso hacer las cosas “por la buena” y fue a levantar su denuncia a la Fiscalía Especializada en Delitos Sexuales, ubicada en la colonia Doctores, en la Ciudad de México, en el edificio principal de la Procuraduría General de Justicia, conocido coloquialmente como “el Búnker”. “No llegó a nada”, recuerda Tatiana. “Todo es terrible desde que llegas y te atienden con cero disposición y cero empatía. Me pidieron primeras referencias y expliqué que había recibido los últimos mensajes por Twitter. Me dijeron que eso no era acoso”.

La primera visita de Tatiana al Búnker duró entre seis y siete horas. Durante todo el proceso, las autoridades la cuestionaron como si fuera la responsable de su propio acoso. “Me preguntaron que si recibí los mensajes vía electrónica cómo podía saber que era él. Me preguntaron por qué no denuncié antes. Me advirtieron que tal vez no procedería la denuncia”, recuerda.

Después de una década de acoso tanto de manera presencial como vía electrónica, Tatiana estaba segura de que su acosador era el mismo: un exjefe con quien trabajó de manera directa durante varios años. Le tomó ese tiempo atreverse a denunciar porque estaba aterrada, porque el agresor se dedicó a bloquearle posibilidades profesionales y porque incluso llegó a creer, como muchas mujeres violentadas, que quizá había sido su propia culpa.

Pasaron siete meses antes de que volvieran a buscarla para dar seguimiento a su denuncia. Esta vez la citaron en el Centro de Terapia de Apoyo a Víctimas de Delitos Sexuales, en la colonia del Valle. La persona que debía atenderla no se presentó y lo más que consiguió Tatiana fue dejar una queja escrita con alguien de recepción. Nunca volvieron a llamarla.

En el Día de la Mujer de ese año, Tatiana salió a marchar con una pancarta donde ponía nombre y apellido a diez años de acoso. Después de una década de miedo, de vergüenza, de sentirse culpable, hizo pública la identidad de su agresor. “Vi que por la vía legal no había ningún avance”, recuerda.

Por su área laboral le sugirieron que acudiera a la Fiscalía Especializada de Delitos contra la Libertad de Expresión. “Me decían que por ser periodista seguro iban a atenderme aunque fuera un caso de violencia sexual”, cuenta. “Tampoco por ahí me fue bien”. Le hicieron las mismas preguntas, poniendo en duda su denuncia y casi responsabilizándola de las acciones del denunciado. También le dijeron que habían visto sus fotos en la marcha, señalando al agresor.

Además de los mensajes electrónicos, Tatiana contaba con el testimonio de otras dos mujeres que habían sido acosadas por la misma persona, con el mismo modus operandi. El Ministerio Público no le permitió incluir esos testimonios como evidencia en su caso. “Me dijeron que cada una tenía que hacer su propia denuncia y que como los hechos de una pasaron 20 años atrás, ya no procedía”, explica. “Ese fue el último contacto que tuve en la procuraduría y nunca más me llamaron. Se quedó en el limbo, no hubo una notificación ni seguimiento ni nada”.

Tatiana forma parte de ese 11% de mujeres que denuncian a su agresor, pero se quedó en la estadística de quienes no logran justicia por la vía legal. El acosador dejó de molestarla cuando hizo público su nombre. “Lo que me sirvió para que esta persona dejara de mandarme sus tonterías fue salir a la calle y decir ‘Es este tipo’”, reflexiona.

Sí vale la pena denunciar

A pesar de los meses perdidos en un proceso que no llegó a una conclusión definitiva, Tatiana considera que valió la pena el esfuerzo. Si bien no fue la denuncia la que consiguió darle paz, sí lo considera un paso necesario en el esquema más amplio de la situación de violencia de género en México, un país donde la impunidad propicia el acoso y el abuso sexual contra las mujeres.

“Siempre recomiendo que alcen la voz, que pongan la denuncia”, agrega. “Prepárense emocionalmente porque es muy desgastante, pero creo que es necesario, creo que es un trámite necesario para que haya un antecedente que te respalde en tus dichos”.

Exhibir a alguien en redes es una medida extrema, es lo que ella hizo cuando la vía legal no dio resultado. “Es el último chance que una tiene, lo más desesperado ya para que pare, y en mi caso sirvió y creo que también existe para poner en alerta”. Después de denunciarlo públicamente, no hubo consecuencias laborales ni penales para su acosador, pero al menos ella consiguió poner allá afuera una alerta sobre esta persona.

“Si no van a existir protocolos o acciones para mantener a las compañeras seguras, por lo menos que estemos enteradas de quiénes son los violentos, tenerlos identificables. Nunca desestimo la denuncia penal, pero creo que estas acciones son de suma importancia para nuestra seguridad”, concluye.

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¿Fuiste violentada? Aquí puedes denunciar

Si eres una mujer víctima de violencia, estas son las instancias donde puedes denunciar en la Ciudad de México:

Centro de Apoyo a la Violencia Intrafamiliar (CAVI)

Atención a mujeres víctimas de violencia de pareja y niños y niñas de hasta 12 años de edad víctimas de violencia intrafamiliar. Ubicación: General Gabriel Hernández 56, planta baja, colonia Doctores. Horarios: 9:00 a 19:00 horas, de lunes a domingo. Teléfonos: 5345 5258, 5345 5228 y 5345 5229.

Centro de Terapia de Apoyo a Víctimas de Delitos Sexuales (CTA)

Atención y asesoría para víctimas directas e indirectas de algún delito sexual. Ubicación: Enrique Pestalozzi 1115, colonia del Valle. Horario: 9:00 a 19:00 horas, de lunes a viernes. Teléfonos: 5200 9632 y 5200 9633.

Centro de Atención a Riesgos Victimales y Adicciones (CARIVA)

Atención, entre otros, a mujeres víctimas de violencia familiar (no de pareja), que se encuentren en un grupo vulnerable o sean víctima de bullying. Ubicación: Calzada de la Viga 1174, segundo piso, colonia El Triunfo, Iztapalapa. Horarios: 9:00 a 19:00 horas, de lunes a viernes. Teléfono: 5200 9166.

O a tu Ministerio Público más cercano.

mexico.com/Marcela Vargas

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